miércoles, 27 de mayo de 2009

Los primitivos nazarenos

ÁLVARO YBARRA PACHECO. DIRECTOR DE ABC DE SEVILLA
Domingo, 24-05-09
Había transcurrido la semana entre la disparatada ignorancia de Bibiana, ya saben, «el feto es un ser vivo pero no un ser humano», y la descarnada gravedad de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, por si no lo saben, «el Gobierno no está para debates éticos, morales o científicos; está para legislar». Había abundado Rodríguez Zapatero en que los padres no deben inmiscuirse en las cuestiones que afectan a sus hijos menores de edad, claro que no, y habían apuntillado varios ministros con una perfecta falsedad: se presenta el anteproyecto de ley del aborto libre para evitar que las españolas sigan yendo al presidio por abortar. ¿Tienen noticias ustedes de alguna española que esté en le cárcel por haber abortado?
En esas estábamos, muchos acomplejados y callados ante la intensidad del bombardeo mediático y la demagogia de quienes imparten carnés de buenos y malos, de progresistas y retrógrados, éstos últimos reservados para quienes creemos que el derecho a la vida es el principio esencial de los valores que dignifican a la persona como ser humano, o como «persona humana», que dice el maestro Burgos que diría Belén Esteban. Ahí estaban los del PP haciendo juegos malabares ante el radicalismo sectario e inhumano de la legislación más permisiva de Europa, contraria además a la doctrina del Tribunal Constitucional de defensa de los derechos del no nacido, y el temor a ser imputados de reaccionarios y meapilas.
Y entonces, el sábado, con la que está cayendo, la junta de gobierno que preside Antonio Rodríguez Cordero, hermano mayor de la Primitiva Hermandad de Los Nazarenos de Sevilla, popularmente conocida como El Silencio, reunió en cabildo general extraordinario a cientos de hermanos para incorporar la defensa del derecho a la vida al voto para ingresar en la cofradía. No querían ofender a nadie. Ni siquiera polemizar. Sólo pretendían, en un honesto ejercicio de coherencia y lealtad a sus principios; en una demostración de que la Hermandad está por encima de los tiempos y de los hombres, proclamar la fidelidad al viejo voto concepcionista, al reconocimiento del derecho natural que establece que todo ser humano, incluidos los fetos de trece semanas, tienen derecho a vivir.
Allí estaban los primitivos nazarenos de Sevilla abarrotando la iglesia de San Antonio Abad, a mayor gloria de la Inmaculada Concepción, serenos y confiados, conscientes de la trascendencia del compromiso adquirido por la más antigua hermandad de Sevilla, a instancias de su hermano mayor, en un gesto de valentía, dando ejemplo y marcando el camino que muchos otros habrán de recorrer en estos tiempos insustanciales de zozobra. Antonio Rodríguez Cordero puede sentirse satisfecho de haber señalado el camino, sin aspavientos ni declaraciones apocalípticas, sino con la sencillez de la verdad desnuda. Ahora que le sigan los demás.

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